La infancia es la etapa en la que se asientan nuestros hábitos de vida futuros, y la alimentación es una parte muy importante de ese aprendizaje. A comer sano se aprende poco a poco, con paciencia y con ejemplo, pero no siempre es tan fácil: hay niños más selectivos que otros, y el entorno y nuestros propios hábitos influyen inevitablemente en ello. ¿Cómo lograr que los más pequeños disfruten comiendo sano? ¿Qué debemos saber a la hora de comer con un niño? En el siguiente artículo respondemos a estas preguntas y os damos algunas recomendaciones que os pueden resultar útiles en este proceso. ¡Allá vamos!
¿Los niños tienen que comer de todo?
No, realmente ni los niños ni los adultos tenemos que comer de todo. Esta frase que pervive generación tras generación puede ser un poco liosa porque cuanto más variemos nuestra dieta, mayores serán también las posibilidades de comer productos insanos más veces de las que deberíamos. Así lo explica el dietista-nutricionista Julio Basulto en diversas publicaciones y conferencias: comer de todo no se traduce en una mejor salud ni en una dieta más saludable. Entonces, ¿qué es comer sano en el caso de un niño? Al igual que en el caso de los adultos, comer sano no es comer de todo sino, sobre todo, que nuestra alimentación se base en alimentos frescos poco procesados de origen vegetal, en consumir menos alimentos de origen animal y en dejar para un consumo esporádico real los productos ultraprocesados. Comer con un niño pequeño puede ser una oportunidad fantástica para revisar nuestros propios hábitos.
¿Por qué prefieren los sabores dulces?
Nuestros genes ya definen en parte nuestras preferencias: debemos nuestra afición por las cosas dulces y con grasas a nuestros antepasados, que vivían como cazadores y recolectores. Reconocían las frutas maduras y comestibles por su dulzura, y la grasa proporcionaba energía vital. Hoy en día, la preferencia por estos llamados gustos de seguridad todavía está presente en nosotros. En los niños, en particular, la preferencia por los dulces es aún más pronunciada que en los adultos. Esto se debe a que la leche materna tiene un característico sabor dulce debido a su contenido en lactosa. Esto está diseñado biológicamente para la supervivencia de tu pequeño aventurero: nace con la capacidad innata de rechazar los sabores amargos, que pueden ser peligrosos, y de preferir el sabor de la leche materna. Esto debe ir poco a poco entrenándose después, cuando comienza la alimentación complementaria.
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¿Por qué hay niños más selectivos?
A partir de los seis meses tu bebé comienza a descubrir un mundo nuevo de sabores. Seguro que este momento es vivido por toda la familia como toda una experiencia prometedora. Sin embargo, incluso si esta nueva etapa comienza de manera prometedora y los nuevos alimentos se aceptan con curiosidad, tarde o temprano muchas familias notan que sus niños pequeños se vuelven cada vez más selectivos con los alimentos. Tranquilidad. Esto es bastante normal y tiene varias razones. En primer lugar, muchos niños entre los 18 meses y los tres años entran en la fase de la llamada neofobia, que no es otra cosa que el miedo a las cosas nuevas. Durante esta fase, desconfían de cualquier cosa que no les sea familiar y pueden rechazar inicialmente los alimentos que no han comido antes o que no les resultan conocidos. Esto no es inusual considerando la cantidad de cosas nuevas que los niños aprenden y experimentan cada día. Además, en esta etapa también comienzan a manifestar su propia autonomía, algo que trasladan a lo que comen. Poco a poco con paciencia, y con respeto, los niños comienzan a sentir curiosidad por otros sabores. No es necesario que coman un amplio abanico de alimentos, pero sí que éstos sean saludables. La solución a la selectividad no es la oferta de alimentos insanos, sino la repetición del ofrecimiento en diversos formatos de cocinado y el respeto por esa selección de alimentos saludables cuando nos sentamos a comer con un niño.
¿Por qué no comen?
Esta es la pregunta estrella de las familias hoy: ¿Por qué mi hijo no come? Os proponemos darle la vuelta a la pregunta: ¿Por qué mi hijo no come como yo espero que coma? A menudo los adultos tenemos la percepción de que lo que comen es insuficiente cuando para ellos es claramente suficiente. Sus necesidades son muy distintas a las de los adultos. A veces es cierto que no comen a la hora de la comida o la cena, pero esto tiene una explicación: porque no tienen hambre. Es habitual que los niños que no comen “nada” hayan estado picando antes o hayan merendado recientemente. Analizar esto nos puede tranquilizar mucho.
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¿Por qué es tan importante comer en familia?
Las comidas en la mesa familiar son parte del ritual diario para muchas familias, ¡y esto es fantástico! De esta forma todos los miembros de la familia se reúnen, pasan tiempo juntos y disfrutan de una comida deliciosa en un ambiente relajado. Para poder disfrutarlo realmente tenemos que rebajar mucho nuestras expectativas como adultos: aceptar que los niños se manchan, que comen más despacio y que necesitan un tiempo mayor. Pero es importante hacerles partícipes desde los seis meses de este ritual familiar porque en la mesa también aprenden, y, además, les hace sentir parte de su familia. ¿Debe comer de forma diferente a los adultos? Realmente para comer con un niño que empieza a descubrir alimentos, podéis adaptar vuestro menú a la alimentación complementaria de forma que podáis aprovechar la misma comida. El BLW es un buen camino para esto. Simplemente deberás tener en cuenta no utilizar sal, azúcar, ni miel, y adaptar los alimentos a sus capacidades (evitar los alimentos duros enteros, como frutos secos o zanahorias que aún no pueden masticar o los alimentos con los que se pueden atragantar, como el pescado con espinas o ciertas frutas y verduras).
10 recomendaciones para comer con un niño pequeño
Si tu hijo observa que coméis alimentos frescos, que disfrutáis de los alimentos saludables, también lo hará. Esto no es automático, pero sí va dejando poso a lo largo del tiempo.
Nunca, bajo ningún concepto, obligues a tu pequeño a comer. Esto sólo generará rechazo a muchos alimentos y malestar; incluso puede ocasionar trastornos en la conducta alimentaria. Respetar la cantidad que comen les enseña a escuchar sus sensaciones naturales de hambre y saciedad.
Comer puede ser más divertido si los niños se involucran en el proceso de decisión y preparación. Cuando van creciendo puedes poco a poco preguntarle más cosas sobre los menús familiares: qué podéis preparar, qué prefiere, cómo podéis cocinarlo.
Es fundamental que exista un ambiente familiar tranquilo y libre de pantallas que puedan distraernos de este momento compartido. De esta forma tu pequeño asociará el momento de la comida como un momento compartido feliz.
Es cierto: no tenemos siempre todo el tiempo que nos gustaría. Sin embargo, a veces más que tiempo necesitamos imaginación: aprovecha los recursos que Internet nos ofrece para aprender otras recetas. Por ejemplo, puedes preparar las verduras de muchas formas: crudas, finamente ralladas, hervidas, fritas, para mojar, en puré como sopa o batido. ¿Por qué no cocinar juntos el fin de semana y probar nuevos platos?
Según la dietista-nutricionista Griselda Herrero para que un niño acepte probar un nuevo alimento puede ser necesario ofrecérselo entre 15 y 21 veces. Por lo tanto, comer con un niño requiere de mucha paciencia y de seguir ofreciendo esos alimentos como algo normal, sin obligarle nunca a comer.
La percepción del hambre y el apetito de los niños pequeños puede variar mucho. Bien puede ocurrir que coma menos durante un tiempo o que solo acepte ciertos alimentos. Por lo general, compensan esto automáticamente en los próximos días. Así que mantente lo más tranquila posible: tu pequeño aventurero con toda probabilidad encontrará el camino de regreso a sus hábitos alimenticios habituales por sí mismo.
Es fundamental que, en vuestra nevera, en vuestros armarios, en vuestra mesa, no haya productos insanos que no queráis comer. Como dice el nutricionista Julio Basulto: Si lo tienes en casa, te lo comes. Evita tentaciones.
A menudo pensamos que alimentos no saludables se compensan con alimentos sanos. ¿Cuántas veces hemos oído decir a los niños que se coman antes el plátano y después el chocolate? Seguro que nosotras mismas lo hemos dicho en alguna ocasión. Está bien que de vez en cuando nos permitamos comer otro tipo de alimentos no saludables, pero aceptando siempre lo que son y lo esporádico de su consumo.
Y, sobre todo, recuerda: las preferencias alimentarias pueden cambiar a lo largo de la vida. Puede que tu pequeño aventurero adore el brócoli con seis meses, pero lo odie desde los tres años. O puede que sea al revés. Es completamente normal y hasta saludable que así sea.
La llegada de un hijo siempre es una buena oportunidad para reconsiderar y posiblemente cambiar nuestros propios hábitos alimenticios. Mantenerlos a lo largo del tiempo es esencial, aunque se pase por momentos de dudas o de rechazo a determinados alimentos. Paciencia, respeto y buenos alimentos es todo lo que debes tener en cuenta en este camino precioso que es comer con un niño pequeño. ¡Ánimo!