A medida que tu pequeño aventurero va creciendo, va desarrollando una serie de habilidades con las que puede controlar su cuerpo y dirigir sus movimientos. Ya sea aprendiendo a caminar, a coger objetos o midiendo las distancias, el desarrollo motor de tu hijo evoluciona cada día. Déjate maravillar por todos estos avances, disfrútalos y acompáñalos desde el respeto a los tiempos de tu pequeño. Porque, aunque hay unos tiempos estándar que nos ayudan a marcar unos rangos de normalidad, lo cierto es que no todos los niños desarrollan al mismo tiempo las habilidades psicomotrices. A lo largo del siguiente artículo, te explicamos qué es la psicomotricidad, qué tipos existen y cómo puedes acompañar el desarrollo de estas habilidades en tu hijo. ¡Allá vamos!
¿Qué es la psicomotricidad?
Con el término psicomotricidad nos referimos a las capacidades que vamos adquiriendo en la infancia y que nos permiten el control corporal, el equilibrio, la coordinación y la percepción del espacio y del tiempo. Esto no sólo engloba lo físico, el cuerpo, ya que también tiene implicaciones a nivel cognitivo: para que la motricidad pueda darse se produce una interacción entre el sistema nervioso y los músculos. Aunque el desarrollo de la psicomotricidad comienza en el útero, es durante los primeros años de vida que se van adquiriendo y perfeccionando estas habilidades. Será alrededor de siete años cuando la psicomotricidad se haya desarrollado.
Los primeros años de vida son muy importantes para el desarrollo de la psicomotricidad porque el cerebro madura y desarrolla sus estructuras completas durante este tiempo. Es a través de la actividad de nuestro pequeño que se crean constantemente nuevas conexiones entre las células nerviosas y así el desarrollo de la psicomotricidad va avanzando. Podemos distinguir principalmente entre la psicomotricidad fina y la psicomotricidad gruesa. Esta última, la gruesa, es la que primero desarrollan los bebés y los niños pequeños y se refiere a habilidades como la coordinación de brazos y piernas. Los requisitos previos para el desarrollo de la psicomotricidad gruesa son tres: haber desarrollado los músculos, tener la capacidad de percibir el propio cuerpo y tener un fuerte sentido del equilibrio. Tu pequeño aventurero desarrolla la psicomotricidad gruesa cuando corre, trepa, mantiene el equilibrio o lanza objetos. Si practica estas actividades regularmente, sus movimientos se volverán cada vez más fluidos y sencillos.
La psicomotricidad fina se engloba todos los movimientos más precisos con manos y pies o dedos de manos y pies. Esto también incluye la coordinación ojo-mano. Además de una psicomotricidad gruesa suficientemente desarrollada, es fundamental para alcanzar esta capacidad una buena percepción visual. Tu hijo desarrolla la psicomotricidad fina en la actividad cotidiana del día a día con actividades como pintar, amasar o jugar con piezas no demasiado grandes.
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¿Cómo estimular la psicomotricidad en la infancia?
La psicomotricidad va desarrollándose todos los días. En cada pequeño gesto, en cada juego, en cada actividad, hay un aprendizaje. Los sentidos tienen mucho que ver, ya que la vista, el oído, el gusto, el tacto y el olfato activan de forma inmediata el desarrollo de las habilidades psicomotrices. Por ejemplo, el olfato, los sonidos y la estimulación para agarrar y girar contribuyen al desarrollo de la conciencia corporal en los bebés. Esto a su vez sirve como base para la psicomotricidad gruesa. Tranquila, no es necesario que traces un plan de estimulación de la psicomotricidad, los niños sanos suelen desarrollar estas habilidades automáticamente y a su propio ritmo. Lo que sí puedes hacer a partir del año, es despertar el interés de tu pequeño en el movimiento a través de juegos. A medida que vaya alcanzando mayores hitos, más seguro y confiado se sentirá, y más autonomía tendrá.
A continuación te proponemos algunas actividades divertidas para acompañar el proceso de desarrollo de la psicomotricidad:
1. Contacto corporal
El contacto corporal es esencial para el desarrollo sano de tu hijo, y el primer año es clave en este sentido. Dar abrazos a tu bebé, cogerlo en brazos, darle masajes, hacerle cosquillas y jugar al escondite tapándote la cara son algunas de las cosas que puedes hacer para fomentar ese contacto directo tan necesario. Las canciones y los cuentos rimados también son excelentes compañeros de juegos compartidos. Cuanto más contacto, más seguro se sentirá, y no te imaginas lo importante que es para el desarrollo de la psicomotricidad.
2. Juegos de arena
A la mayoría de los niños les encanta el contacto con la arena. Los juegos de arena son ideales para el desarrollo tanto de la psicomotricidad gruesa como de la psicomotricidad fina, ya que si el movimiento en la superficie de arena suave e irregular estimula la gruesa, tu pequeño aventurero también entrena la fina llenando con sus manitas los moldes de arena. En invierno, si hace mucho frío y llueve, y la opción de jugar con la arena al aire libre es la menos apetecible, podéis hacer arena de playa en casa. Tan sólo necesitas 6 vasos de arena (puedes conseguirla en tiendas online), 6 vasos de harina y 2 vasos de aceite de girasol. De esta forma siempre tendréis arena húmeda a mano para jugar en casa.
3. Una carrera de obstáculos
Una de las cosas que nos enseñó el confinamiento de marzo de 2020 es que en casa podemos hacer un montón de actividades para seguir haciendo ejercicio. Así fue como las carreras de obstáculos se convirtieron para muchas familias en una auténtica salvación, ya que los niños necesitan mucho movimiento y en casa costaba mucho encontrar el alivio. Con cojines, almohadas, sillas y cajas puedes transformar tu salón en una emocionante carrera de obstáculos para toda la familia. A través de los diferentes patrones de movimiento, los niños entrenan así la conciencia corporal y, en consecuencia, su psicomotricidad.
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4. Juego de clasificación
Este es uno de los juegos favoritos de muchos niños. Consiste en animar a los pequeños a introducir objetos de distintos materiales y texturas en recipientes. No es necesario disponer de materiales específicos para ello, basta con recopilar distintos elementos en casa. Por ejemplo: castañas, piñas secas, corchos, nueces, legumbres… Y tener a mano recipientes en los que poder clasificarlos, como táperes o vasitos. Coger estos elementos y clasificarlos en recipientes les permite entrenar la psicomotricidad fina. Eso sí, debes vigilar que tu pequeño aventurero no se lleve nada a la boca para evitar accidentes.
5. Juegos en equipos con reglas
Los juegos en grupo con reglas también son interesantes, sobre todo cuando van siendo más mayores. El escondite inglés, por ejemplo, es una excelente forma de desarrollar conceptos como la velocidad y el espacio. Jugar a pillar, saltar a la comba o hacer circuitos con canicas son actividades lúdicas con las que los pequeños pueden desarrollar la psicomotricidad, tanto la gruesa como la fina.
Ojalá algunas de estas ideas sobre cómo puedes acompañar de forma divertida el desarrollo de la psicomotricidad de tu pequeño aventurero te haya resultado útil. Lo importante, recuerda, es que os divirtáis y que fabriquéis recuerdos bonitos para el futuro.