Es probable que al aproximarse que tu bebé cumple los dos años hayas sentido que se ha transformado. Ese bebé tierno y amoroso que habías conocido comienza a tener crisis cada vez más frecuentes. Quizás estás abrumada o te sientes perdida. Tranquila, esta fase es absolutamente normal: es el período de la crisis de los dos años, conocida popularmente como los terribles dos años. Obviamente, esta no es la fase más agradable del desarrollo de su hijo, pero es normal y necesaria. En el siguiente artículo te contamos en qué consiste y cómo gestionar esta etapa para afrontarla de la mejor manera posible. ¿Nos acompañas?
¿Qué son los terribles dos años?
La crisis de los dos años puede ser verdaderamente desconcertante y agotadora, pero debes saber que es completamente normal. Alrededor de los dos años, tu hijo necesita ir construyendo su propia personalidad y para ello empieza a comprender que es una persona independiente de sus cuidadores, capaz de tomar sus propias decisiones. Suele ocurrir entonces que sus elecciones difieren en gran medida a las de sus padres, y de ahí que se produzcan las crisis. Piensa que, en este momento, el cerebro de tu pequeño aventurero está en pleno desarrollo, al igual que su gestión de las emociones y el lenguaje. Por ello, las rabietas no son sino son muestras de ira en respuesta a su incapacidad para comunicar a través del lenguaje sus emociones.
¿Cómo se manifiestan?
Algunos niños manifiestan los terribles dos años de forma más evidente y explosiva que otros, pero se detecta muy fácilmente: encontrarás que tu pequeño entra en oposición, en plena construcción de su individualidad, y trata de desligarse de tu autoridad. Por lo tanto, el "no" está en la parte superior de su vocabulario. Tu pequeño aventurero en la crisis de los dos años también puede mostrar cambios de humor: puede enfadarse fácilmente, pasando de la risa al llanto en un segundo. Puede que tan pronto esté pegado a ti como que te aleje. Su relación con otros niños a veces puede ser complicada (puede empezar a morder, a empujar, a tener más conflictos con sus iguales…). Y es probable que ponga a prueba los límites que le fijes y que trate de ir un poco más allá. Es entonces cuando manifestará su frustración mediante rabietas: llantos, gritos o estallidos de violencia física.
¿Cuáles son los desencadenantes de las crisis?
Muy a menudo, las crisis vinculadas a los terribles dos años ocurren en momentos importantes de la vida cotidiana, como las comidas o el momento de vestirse. Se trata de acciones que repetimos todos los días y, por esto mismo, se convierten en fuente de conflicto. Oponerse a lo que su adulto de referencia le anima a hacer, le ayuda a afirmar su individualidad. Ocurre también al mismo tiempo que su incapacidad para expresarse correctamente se convierte en una fuente de frustración y de ira. Por lo tanto, expresará este sentimiento de manera fuerte y furtiva.
A esta edad, tu pequeño aventurero tiene problemas para controlar y comprender sus emociones. También le cuesta comprender las de los demás: cuando un adulto se enfada, su cerebro tiene problemas para procesar la información. Y lo mismo con sus iguales. Poco a poco aprenderá a tomar conciencia y a conocer las emociones propias y las emociones de otros, y a ser menos egocéntrico. La crisis de los dos años puede parecer un proceso largo y complejo, pero, por suerte, tiene un fin.
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Cómo gestionar los terribles dos años y sus rabietas
La crisis de los dos años puede ser muy agotadora, tanto para el niño como para sus padres. Te preguntarás que cuándo va a terminar y es completamente normal, no te preocupes. ¡Eres humana! No hay una sola forma de acompañar esta etapa, ni existe una receta mágica, pero compartimos a continuación algunos consejos para ayudarte a gestionar los terribles dos años de la mejor forma posible.
Comunicación: crucial para la crisis de dos años
La comunicación es clave en la crianza de los hijos incluso desde antes del nacimiento. Si tu hijo se enfada es porque no puede comunicarse: necesita expresar sus emociones, pero no puede y es esta frustración la que lo lleva a tener una rabieta. Para calmar esta situación, habla con él cuando esté más tranquilo y muéstrale que quieres escucharle y entenderle. La prevención de la crisis suele funcionar muy bien. Para ello puede ser útil la anticipación de un evento o cambio, así como la evitación en la medida de lo posible de lo que genera un conflicto. Trata también de establecer límites y reglas sencillas. Tu pequeño necesita un mapa, un marco normativo, pero no debe ser inflexible ni debemos querer abarcar demasiado.
Amor: imprescindible para un desarrollo saludable
El amor es necesario en todas las etapas de la vida. El amor nos hace avanzar, nos sostiene y nos levanta. Aunque tu pequeño aventurero quiera reclamar su autonomía, el amor y la ternura deben estar siempre presentes. Aprovecha para aumentar los abrazos y besos porque, como decía la psicóloga infantil Rosa Jové, necesitamos el amor más que nunca cuando parece que menos lo merecemos o necesitamos. El amor es siempre un refugio, nos hace sentirnos queridos y seguros y esto aumenta nuestro bienestar y nuestra autoestima.
Cuando tu hijo tenga una rabieta, puedes ayudarlo animándole a que descargue su ira. Al igual que nosotros los adultos, los niños pequeños también necesitan expresar sus emociones. Una vez que empiece a calmarse, empieza a hablar de nuevo y ofrécele un abrazo. Debemos darle tiempo a nuestro hijo para que gestione esta emoción y una vez terminado el episodio es recomendable mostrarle ternura y no culpa. Tienes que recordarte muy a menudo que la crisis de los dos años es una etapa de desarrollo, un paso casi obligado. Siempre hay diferentes niveles según los niños y umbrales de tolerancia variables entre los padres. Pero relájate, la mejor elección que puedes hacer es demostrar a tu hijo que confías en él y que le quieres de manera incondicional.
Aprendizaje emocional: es vital gestionar las emociones juntos
La confrontación no es la opción correcta. Perderás mucha energía. No se trata de no poner límites o que tu pequeño aventurero tome las riendas al completo, pero sí es cierto que tu hijo necesita hacer valer sus elecciones. Puedes empezar con la ropa: sé más flexible y deja que también pueda decidir qué se pone. Si no quiere comer, ofrécele alternativas saludables. Involúcrale en las decisiones, deja que participe. Necesita atención y una guía, pero también desarrollar sus autonomía y su personalidad. Debe aprender sobre las emociones, a gestionarlas, pero nosotros como adultos también debemos hacer un ejercicio de aprendizaje y revisión de la gestión de las propias. ¿Cómo canalizamos el enfado? ¿Y la ira? ¿Sabemos ser flexibles? Los terribles dos años pasarán, pero el vínculo que crees en esta etapa siempre va a permanecer. Construidlo juntos.