Cada mes abril se celebra en todo el mundo el mes de la concienciación sobre la cesárea, una efeméride que busca poner el foco en el sobreuso de una intervención quirúrgica que permite el nacimiento del bebé a través de una incisión en el abdomen de la madre; y reivindicar la necesidad de una cesárea respetada y humanizada, algo que desgraciadamente no siempre ocurre.
En sus recomendaciones, la Organización Mundial de la Salud contempla una tasa de cesáreas de entre el 10% y el 15% de todos los nacimientos. Sin embargo, la tasa de cesáreas en Europa se sitúa en un 25,2%. En España, según datos del INE de 2017, esa cifra se eleva incluso un poco más, hasta el 26,46%, lo que significa que más de uno de cada cuatro partos en nuestro país se producen por cesárea.
En ese sentido, cabe recordar que instituciones como la OMS o la ONU consideran que la práctica de cesáreas injustificadas es un ejercicio naturalizado de violencia obstétrica hacia las mujeres. Sin ir más lejos, este mismo mes de marzo, la ONU reprobó por tercera vez a España por ejercer violencia obstétrica contra una mujer a la que se le practicó una cesárea en contra de su voluntad.
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Cuándo debe realizarse una cesárea
Aunque, como decimos, la cesárea es hoy en día una práctica habitual en muchos hospitales de todo el mundo, según la OMS esta intervención quirúrgica solo debería realizarse como recurso “cuando el parto vaginal entrañe un riesgo para la madre o el bebé”. Es decir, por ejemplo, cuando exista sufrimiento fetal, cuando el bebé se presente en una posición anormal y que dificulte el parto vaginal, o cuando el trabajo de parto se prolongue en exceso y sin avances. En este último caso, además, la cesárea solo sería conveniente si esa dilatación del trabajo de parto pusiese en riesgo la vida de la madre o el bebé. Es decir, que no sería necesaria si la falta de avance va acompañada de un monitor fetal correcto. En todo caso, eso sí, debería ser una cesárea respetada y humanizada.
Además de estas cesáreas de recurso, también existen las conocidas como cesáreas electivas, que en principio serían intervenciones que se realizan de manera programada en embarazadas que tienen alguna enfermedad materna o fetal que contraindique o desaconseje un parto por vía vaginal. Sin embargo, este concepto de “cesárea electiva” ha dado pie a lo que asociaciones como El Parto es Nuestro denominan “una moda insana” y que pasa por la programación de cesáreas sin justificación médica, una práctica bastante habitual entre las celebrities y que se ha extendido entre la población.
En este sentido, cabe recordar que, a pesar de que, en principio, se trata de una operación segura, como toda intervención quirúrgica la cesárea no está exenta de riesgos, entre ellos la posibilidad de dañar órganos vecinos, las infecciones, las hemorragias, la formación de trombos o el hecho de que implica un proceso de recuperación más largo que el que se necesita tras un parto vaginal.
Así debería ser una cesárea respetada y humanizada
Para lograr una cesárea respetada y humanizada es necesario que se cumplan una serie de requisitos básicos. El primero de ellos, que cae por su propio peso en función de lo que hemos contado hasta ahora, es que la intervención esté justificada médicamente por ser imprescindible e inevitable. El segundo, que se informe con detalle y de una forma comprensible a la mujer del porqué de la necesidad de la intervención y de los pros y contras de la misma, para que a partir de esa información ella pueda dar el visto bueno a la misma (o no darlo).
Partiendo de esta base imprescindible, el objetivo último de una cesárea respetada y humanizada debe ser intentar imitar en la medida de lo posible el escenario del parto vaginal. ¿Y qué implica esto? Entre otras cosas, que se permita la participación activa del padre (o del acompañante que la madre desee tener a su lado durante el proceso) y de la propia madre; y que el nacimiento del bebé resulte los más suave y fisiológico posible, evitando la separación de la diada madre-bebé tras el nacimiento y promoviendo desde el primer momento el piel con piel por sus muchos beneficios para la madre (estabilización del ritmo cardiaco, generación del vínculo de la lactancia materna, disminución de la incidencia de depresión postparto, etc.) y para los recién nacidos (mejor adaptación a la vida extrauterina, mejor control y regulación de la temperatura y mejor frecuencia cardiaca, etc.).
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Beneficios de una cesárea respetada y humanizada
Ya hemos comentado en el apartado anterior uno de los grandes beneficios de la cesárea respetada y humanizada: la promoción del piel con piel entre madre y bebé, cuya instauración, como hemos visto, tiene un impacto muy positivo a muchos niveles para los dos grandes protagonistas del parto. Pero este beneficio no es el único. Ni mucho menos. Entre muchos otros, podemos hablar también de los siguientes:
Menos ansiedad de las madres: No olvidemos que la cesárea es una intervención quirúrgica, con la tensión que cualquier operación conlleva. El hecho de poder estar acompañada y sostenida emocionalmente (ya sea por su pareja, su madre o una amiga) ayuda a mejorar la experiencia de la intervención y a vivirla con menos estrés y ansiedad.
Respeto de los tiempos: A diferencia de lo que ocurre en una cesárea convencional, en una cesárea respetada y humanizada se tiene muy en cuenta el estado emocional de la madre y el bebé y se respetan los tiempos para lograr la adaptación fisiológica del bebé y la creación del vínculo madre-hijo.
Pospone el pinzamiento del cordón umbilical: Hoy en día existe ya múltiple evidencia científica de los beneficios para la salud del bebé que tiene el pinzamiento tardío del cordón umbilical, entre ellos un mayor aporte de células madre y de hemoglobina, un menor riesgo de anemia durante el primer año de vida y un menor riesgo de hipoxia al nacer.
Teniendo en cuenta sus muchos beneficios y el hecho de que la evidencia científica demuestra que no incrementa los riesgos habituales de cualquier cesárea, desde LILLYDOO no podemos hacer otra cosa que sumarnos al grito por una cesárea respetada y humanizada. Y vosotras, ¿os unís también?
La cesárea es una intervención quirúrgica que permite el nacimiento del bebé a través de una incisión en el abdomen de la madre.
En sus recomendaciones, la Organización Mundial de la Salud contempla una tasa de cesáreas de entre el 10% y el 15% de todos los nacimientos. Sin embargo, la tasa de cesáreas en Europa se sitúa en un 25,2%. En España, según datos del INE de 2017, esa cifra se eleva incluso un poco más, hasta el 26,46%, lo que significa que más de uno de cada cuatro partos en nuestro país se producen por cesárea.
Esta intervención quirúrgica solo debería realizarse como recurso “cuando el parto vaginal entrañe un riesgo para la madre o el bebé” o de manera programada en embarazadas que tienen alguna enfermedad materna o fetal que contraindique o desaconseje un parto por vía vaginal.
En primer lugar, la intervención debe estar justificada médicamente por ser imprescindible e inevitable. En segundo lugar, se debe informar con detalle y de una forma comprensible a la mujer del porqué de la necesidad de la intervención y de los pros y contras de la misma, para que a partir de esa información ella pueda dar el visto bueno a la misma (o no darlo). Por último, debe intentar imitarse el escenario de un parto vaginal, permitiendo la presencia de un acompañante y promoviendo el piel con piel tras el nacimiento.